Imbéciles hay para todos los
gustos y en España se dan como hongos. Si bien, siempre he dicho una cosa
respecto a la imbecilidad, desde que leí en una biografía de Groucho Marx la
frase, y es que lo malo no es parecer un necio, lo malo es abrir la boca y
disipar las dudas. Me parece genial, como casi todo lo dicho por el magnífico
Groucho. Pues eso es lo que les pasa a muchos. Que parecen imbéciles. Crees que
son imbéciles. Tienen pinta de imbéciles. Visten como imbéciles. Escuchan
música de imbéciles. Hablan como imbéciles. Y, efectivamente, si después de
todo tiene alguna duda de que se trata de un imbécil, entonces el imbécil es
usted.
Hablando de imbéciles. Siempre me
lo han parecido quienes van a defender lo indefendible gritando consignas prefijadas
en las puertas de los juzgados. En este país hay mucho imbécil que, cuando
gente como Isabel Pantoja, por ejemplo, fue llamada a declarar por el caso
Malaya, se congregaban a las puertas gritando guapa y dándole ánimos a la
tonadillera en lugar de correrla a gorrazos por toda la calle. Algo parecido
hemos visto en los casos de los ERES de
Andalucía que han robado a todos los españoles y, en especial, a los que
están en la penosa situación del desempleo. Pues bien, unos imbéciles se
congregan a la puerta de los juzgados para increpar, insultar y amedrentar a la
juez Alaya. Pero éstos serán, digo yo, imbéciles de pago. De modo que con más
dinero por ser pagados sí, pero imbéciles también. Y mucho. Son imbéciles de
mañana, tarde y noche y con reducción al Pedro Ximénez.
Pero eso de ser imbéciles no es
algo intrínsecamente español, aunque aquí, probablemente, nos llevemos la
palma. No hay más que mirar alrededor para ver, no a los “GÜRTELES” ni a los
“ERES” ni a los “PALAUS” ni a los etcéteras... Porque los imbéciles son, o
somos, quienes defienden, o defendemos, a los que roban. Usando un argumento
tan irrebatible como es el de: “Y tú más” y nos quedamos tan anchos. Pero es
cierto que imbéciles hay en todo país; en todas partes podrán verlos. Los hay, cruzando
el charco, que ven caras de expresidentes fallecidos en los túneles de las
obras del metro de su país y que además hablan con los pájaros. Aunque lo
verdaderamente fascinante de este tema es que sean votados.
Pero el cuento de imbéciles no se
acaba ahí. Porque hay imbéciles pagados, los hay por pagar. Los hay que son
pagados para crear más imbéciles para la imbécil causa de algún partido
político imbécil. Y los hay que se creen a pies juntillas las consignas
imbéciles de un líder imbécil del partido imbécil antedicho. Porque en
política, como tenemos lo que nos merecemos, hemos demostrado que los imbéciles
hemos sido los que hemos elegido a los ladrones y corruptos que nos han
gobernado durante los últimos treinta y pico años y después nos han robado.
Pero fíjense si somos imbéciles que elegimos a los ladrones y luego, cuando nos
roban, nos llevamos las manos a la cabeza.
Aunque la palma se la lleva el
ministro de Economía y Competitividad, tras las declaraciones que ha hecho. Que
ha tenido a bien declarar que el miedo a perder el trabajo se está perdiendo en
España. Lógico, ¿cómo va a haber miedo, majete, a perder el trabajo si no hay
trabajo que perder? Estoy hablando de Luís de Guindos, no de Montoro, aunque,
bien pensado puede ponerse en solfa a cualquier ministro. Sea de la época que
sea. De hecho, a los ministros habidos en España desde la chapuza que llaman
Transición, absolutamente a todos, yo les dedicaría estos versos que en su
tiempo escribió el poeta satírico ilerdense, llamado Manuel del Palacio:
“…Si como malo cumplió
Ocupando una cartera
No es por ser culpable, no
Sino aquél que se la diera”
Y no seré yo quien lleve la
contraria a Don Manuel del Palacio, magnífico periodista y poeta satírico
español, amén de luchador implacable contra la imbecilidad de su tiempo. Ojalá
hubiese más como él ahora. Porque a los imbéciles se les combate con talento.
Aunque si la imbecilidad la promueven desde las instituciones para así no verse
amenazados por el talento del pueblo, ésta se va diluyendo en la ignorancia y
en la estupidez reinante. Por eso estamos ahora como estamos. Con una sociedad
necia que traga y traga. Que es lo que les conviene a los futuribles gobiernos.
Porque la imbecilidad se combate con ingenio, como digo. Pero el genial y
talentoso es insobornable e imprevisible pues critica con la misma dureza y
vehemencia todo lo que le parece estar mal. Por lo que no tiene más causa que
la del talento. Y los mediocres necesitan propagandistas, no críticos. Y menos
si esos críticos son geniales. Mejor será silenciarlos en lugar de tenerlos a
favor. Y eso, eso sí que es de imbéciles.
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