5/12/13

Imbéciles.



Imbéciles hay para todos los gustos y en España se dan como hongos. Si bien, siempre he dicho una cosa respecto a la imbecilidad, desde que leí en una biografía de Groucho Marx la frase, y es que lo malo no es parecer un necio, lo malo es abrir la boca y disipar las dudas. Me parece genial, como casi todo lo dicho por el magnífico Groucho. Pues eso es lo que les pasa a muchos. Que parecen imbéciles. Crees que son imbéciles. Tienen pinta de imbéciles. Visten como imbéciles. Escuchan música de imbéciles. Hablan como imbéciles. Y, efectivamente, si después de todo tiene alguna duda de que se trata de un imbécil, entonces el imbécil es usted.

Hablando de imbéciles. Siempre me lo han parecido quienes van a defender lo indefendible gritando consignas prefijadas en las puertas de los juzgados. En este país hay mucho imbécil que, cuando gente como Isabel Pantoja, por ejemplo, fue llamada a declarar por el caso Malaya, se congregaban a las puertas gritando guapa y dándole ánimos a la tonadillera en lugar de correrla a gorrazos por toda la calle. Algo parecido hemos visto en los casos de los ERES de  Andalucía que han robado a todos los españoles y, en especial, a los que están en la penosa situación del desempleo. Pues bien, unos imbéciles se congregan a la puerta de los juzgados para increpar, insultar y amedrentar a la juez Alaya. Pero éstos serán, digo yo, imbéciles de pago. De modo que con más dinero por ser pagados sí, pero imbéciles también. Y mucho. Son imbéciles de mañana, tarde y noche y con reducción al Pedro Ximénez.

Pero eso de ser imbéciles no es algo intrínsecamente español, aunque aquí, probablemente, nos llevemos la palma. No hay más que mirar alrededor para ver, no a los “GÜRTELES” ni a los “ERES” ni a los “PALAUS” ni a los etcéteras... Porque los imbéciles son, o somos, quienes defienden, o defendemos, a los que roban. Usando un argumento tan irrebatible como es el de: “Y tú más” y nos quedamos tan anchos. Pero es cierto que imbéciles hay en todo país; en todas partes podrán verlos. Los hay, cruzando el charco, que ven caras de expresidentes fallecidos en los túneles de las obras del metro de su país y que además hablan con los pájaros. Aunque lo verdaderamente fascinante de este tema es que sean votados.

Pero el cuento de imbéciles no se acaba ahí. Porque hay imbéciles pagados, los hay por pagar. Los hay que son pagados para crear más imbéciles para la imbécil causa de algún partido político imbécil. Y los hay que se creen a pies juntillas las consignas imbéciles de un líder imbécil del partido imbécil antedicho. Porque en política, como tenemos lo que nos merecemos, hemos demostrado que los imbéciles hemos sido los que hemos elegido a los ladrones y corruptos que nos han gobernado durante los últimos treinta y pico años y después nos han robado. Pero fíjense si somos imbéciles que elegimos a los ladrones y luego, cuando nos roban, nos llevamos las manos a la cabeza. 

Aunque la palma se la lleva el ministro de Economía y Competitividad, tras las declaraciones que ha hecho. Que ha tenido a bien declarar que el miedo a perder el trabajo se está perdiendo en España. Lógico, ¿cómo va a haber miedo, majete, a perder el trabajo si no hay trabajo que perder? Estoy hablando de Luís de Guindos, no de Montoro, aunque, bien pensado puede ponerse en solfa a cualquier ministro. Sea de la época que sea. De hecho, a los ministros habidos en España desde la chapuza que llaman Transición, absolutamente a todos, yo les dedicaría estos versos que en su tiempo escribió el poeta satírico ilerdense, llamado Manuel del Palacio:

“…Si como malo cumplió
Ocupando una cartera
No es por ser culpable, no
Sino aquél que se la diera”


Y no seré yo quien lleve la contraria a Don Manuel del Palacio, magnífico periodista y poeta satírico español, amén de luchador implacable contra la imbecilidad de su tiempo. Ojalá hubiese más como él ahora. Porque a los imbéciles se les combate con talento. Aunque si la imbecilidad la promueven desde las instituciones para así no verse amenazados por el talento del pueblo, ésta se va diluyendo en la ignorancia y en la estupidez reinante. Por eso estamos ahora como estamos. Con una sociedad necia que traga y traga. Que es lo que les conviene a los futuribles gobiernos. Porque la imbecilidad se combate con ingenio, como digo. Pero el genial y talentoso es insobornable e imprevisible pues critica con la misma dureza y vehemencia todo lo que le parece estar mal. Por lo que no tiene más causa que la del talento. Y los mediocres necesitan propagandistas, no críticos. Y menos si esos críticos son geniales. Mejor será silenciarlos en lugar de tenerlos a favor. Y eso, eso sí que es de imbéciles.

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