3/4/13

Tonto es el que hace tonterías



La inteligencia, como la sabiduría, son unas cualidades que otorgamos con benevolencia a la gente cuyas afirmaciones coinciden, punto por punto, con nuestros pensamientos. La ignorancia es así de orgullosa; de hecho, es tan sumamente orgullosa que, todo lo que no coincida con nuestro punto de vista, tendemos a denominarlo como erróneo o estúpido, sin que seamos capaces de pararnos a pensar que pueden existir otros puntos de vista, otros gustos distintos, otra forma de ver las cosas u otras escalas de valores distintas a las nuestras. 

A principios del anterior siglo se editaban en España, más de setecientas publicaciones dedicadas a la poesía satírica y humorística. Ahora podemos encontrarnos en los kioscos una o ninguna. ¿Qué ha sucedido? ¿Somos menos ingeniosos o estamos menos dotados para la sátira y el humor? Nuestra opinión y nuestro humor están orientados por quien paga. Si las opiniones están impregnadas de ideología, no tiene cabida nuestra capacidad más que para mostrar una adhesión sin fisuras a ésta por miedo a perder los beneficios que dicha adhesión nos pueda otorgar.

Por lo que queda bastante claro también, que es tonto el que olvida su herencia cultural e intelectual y se convierte en una caricatura grotesca de su grandeza de antaño.

En la antigua Roma los emperadores utilizaban la archiconocida fórmula “panis et circenses” para tener a la población tranquila, callada, sumisa y así que el emperador pudiera pastorearla a su antojo. Pues bien, aquélla fórmula devino en la actual “Pan y Toros” o “Pan y fútbol”

Porque lo que funcionaba hace dos mil años, funciona hoy, no hemos inventado nada ¿Por qué piensan, si no, que uno de los mayores gastos es en entretenimiento? ¿Por qué razón piensan que los gobiernos de turno intentan (y siempre consiguen) manejar comunicación y así controlar la información que nos llega a los ciudadanos? Pues para crear una corriente de opinión que le convenga al gobierno con el fin de conseguir una uniformidad de pensamiento y poder lograr, en consecuencia, el pastoreo general de las masas para crear autómatas. Porque, para cualquier gobierno no hay mayor peligro que un librepensador.

Si bien la estupidez humana tiene unos límites bastante difusos casi inabarcables, cuando ésta forma parte de una consigna del poder establecido para la creación de una sociedad más sumisa, se convierte, indefectiblemente, en un arma de destrucción cerebral masiva en sus manos. No hay nada más peligroso que un tonto con ínfulas que, además, tiene el poder y ansía perpetuarse en él. Casos hay a patadas, en toda época, y en todas las sociedades.

Pero, si bien es cierto que, como decía el filósofo Forrest Gump: “tonto es el que hace tonterías” Tontería como es, no dejar hacer nada al que realmente sabe por miedo a conceder a otro el mérito que queremos para nosotros y no poder, de este modo, colgarnos la medallita; o cómo tomar medidas, sin pensar en las consecuencias, de modo que sumimos al país, y a Europa, en la actual crisis. Pero, como podemos observar, lo que hace el político es ocultar sus actos para intentar esquivar las consecuencias y, como previamente ha creado autómatas que les votan en cualquier circunstancia, como hemos señalado, son esquivadas con el poder otorgado por los votos de sus borreguillos.

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