La inteligencia, como la
sabiduría, son unas cualidades que otorgamos con benevolencia a la gente cuyas afirmaciones
coinciden, punto por punto, con nuestros pensamientos. La ignorancia es así de
orgullosa; de hecho, es tan sumamente orgullosa que, todo lo que no coincida
con nuestro punto de vista, tendemos a denominarlo como erróneo o estúpido, sin
que seamos capaces de pararnos a pensar que pueden existir otros puntos de
vista, otros gustos distintos, otra forma de ver las cosas u otras escalas de
valores distintas a las nuestras.
A principios del anterior siglo
se editaban en España, más de setecientas publicaciones dedicadas a la poesía
satírica y humorística. Ahora podemos encontrarnos en los kioscos una o ninguna.
¿Qué ha sucedido? ¿Somos menos ingeniosos o estamos menos dotados para la
sátira y el humor? Nuestra opinión y nuestro humor están orientados por quien
paga. Si las opiniones están impregnadas de ideología, no tiene cabida nuestra
capacidad más que para mostrar una adhesión sin fisuras a ésta por miedo a
perder los beneficios que dicha adhesión nos pueda otorgar.
Por lo que queda bastante claro
también, que es tonto el que olvida su herencia cultural e intelectual y se
convierte en una caricatura grotesca de su grandeza de antaño.
En la antigua Roma los
emperadores utilizaban la archiconocida fórmula “panis et circenses” para tener
a la población tranquila, callada, sumisa y así que el emperador pudiera
pastorearla a su antojo. Pues bien, aquélla fórmula devino en la actual “Pan y
Toros” o “Pan y fútbol”
Porque lo que funcionaba hace dos
mil años, funciona hoy, no hemos inventado nada ¿Por qué piensan, si no, que
uno de los mayores gastos es en entretenimiento? ¿Por qué razón piensan que los
gobiernos de turno intentan (y siempre consiguen) manejar comunicación y así
controlar la información que nos llega a los ciudadanos? Pues para crear una
corriente de opinión que le convenga al gobierno con el fin de conseguir una
uniformidad de pensamiento y poder lograr, en consecuencia, el pastoreo general
de las masas para crear autómatas. Porque, para cualquier gobierno no hay mayor
peligro que un librepensador.
Si bien la estupidez humana tiene
unos límites bastante difusos casi inabarcables, cuando ésta forma parte de una
consigna del poder establecido para la creación de una sociedad más sumisa, se
convierte, indefectiblemente, en un arma de destrucción cerebral masiva en sus
manos. No hay nada más peligroso que un tonto con ínfulas que, además, tiene el
poder y ansía perpetuarse en él. Casos hay a patadas, en toda época, y en todas
las sociedades.
Pero, si bien es cierto que, como
decía el filósofo Forrest Gump: “tonto es el que hace tonterías” Tontería como
es, no dejar hacer nada al que realmente sabe por miedo a conceder a otro el
mérito que queremos para nosotros y no poder, de este modo, colgarnos la medallita;
o cómo tomar medidas, sin pensar en las consecuencias, de modo que sumimos al
país, y a Europa, en la actual crisis. Pero, como podemos observar, lo que hace
el político es ocultar sus actos para intentar esquivar las consecuencias y,
como previamente ha creado autómatas que les votan en cualquier circunstancia,
como hemos señalado, son esquivadas con el poder otorgado por los votos de sus
borreguillos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario