15/1/13

Corto Maltés, un héroe atemporal.


Si hubiera una palabra capaz de definir la motivación de nuestro héroe, ésta, sin duda, sería su propia libertad. Una libertad que antepondrá a un amor imposible o a una arriesgada aventura. La de un personaje que será capaz de perder todo lo que anhela sin hacer un aspaviento, o que podrá salvar la vida de alguien sin mancharse la levita. Nacido en Malta antes de 1890 y procedente de una prostituta bellísima de etnia gitana y de un marino inglés, originario de Cornualles, tierra de brujos y piratas, de cuervos, hadas y fantasmas, nuestro personaje aunará, por lo tanto, el carácter festivo, el amor por la libertad y los elementos mágicos propios de la raza gitana con la herencia de un padre que, cada vez que le regañaba o daba un mamporro, debía transmitirle algo de su procedencia céltica. Se trata de un personaje que, sabiéndose bastardo, sin embargo, estará agradecido a sus padres por haberle dado la vida. Un chico que deberá su educación oficial al rabino de Malta, amante de su madre, gracias al que estudiará gratis en un colegio hebreo. Un personaje que irá tocado con una gorra de marinero, vestido con una levita azul marino, con un arete en la oreja y largas patillas. Un personaje al que todos los que se acerquen se querrán parecer. Estamos hablando de Corto Maltés, por supuesto.

Pero si hubiera una cualidad que diera forma a las historias de Corto Maltés, ésta sería, sin duda, la ambigüedad. Una ambigüedad que utilizará su creador para confundir al lector de sus historias acerca del origen real o ficticio de los personajes que se cruzarán con Corto. Utilizará fragmentos de su propia existencia y momentos históricos relevantes de finales del siglo XIX y principios del XX para poner a nuestro héroe no como personaje ficticio, sino como uno de los protagonistas de la historia tal como sucedió. Ambigüedad que le servirá a Hugo Pratt para confundir la existencia del personaje creado con su propia vida, haciendo, de este modo, partícipe al lector de sus propias vivencias. Denunciando lo ingrato y ensalzando lo bello. Ilustrándonos con su manera de concebir el mundo. Un mundo en que, como en el de Corto, serán respetadas todas las creencias. Debido a que, como su personaje, Hugo recibió una educación multicultural puesto que vivió en diferentes países y se aficionó a diferentes costumbres. Un mundo en el que el propio Hugo, que se consideraba ciudadano de Venecia, a pesar de haber nacido en Rímini, le hará ser, como a sí mismo, un ciudadano del mundo.

Si hubiera que definir un sentimiento que aflorase en las historias de Corto Maltés, éste, sin duda, sería el romanticismo. El romanticismo del pirata bueno que ama de lejos a jóvenes doncellas que se le escaparán de la mano como gotas de agua del Océano Pacífico. El del tipo duro que salva una vida sin inmutarse o de quien deja partir un tren, aún sabiendo que no volverá, por el deber que ha de cumplir. El del perdedor que asume su pérdida con un estoicismo admirable. El de gente forjada a sí misma, como Aristóteles Onassis, Herman Hesse, Jack London, Stevenson, Sundance Kid, Hemingway, Lennin, Butch Cassidy y tantos otros personajes ficticios o reales que, en uno u otro momento de sus vidas, se cruzan con nuestro personaje. El de gente que sabe que los cementerios están llenos de valientes y traidores haciendo, por tanto, lo que les viene en gana y, de este modo, hacerse inaccesibles y atractivos a ojos del que los observa. El de tipos como Rick Blaine, personaje de Humphrey Bogart en Casablanca, que también consigue despertar nuestra ternura y hace que conozcamos el romanticismo que esconde siempre detrás un tipo duro.

Si hubiera que agradecer a su creador algo por encima de todo, esto, sin duda, sería el realismo con el que nos describirá tanto al personaje como a su propia historia. Un realismo procedente, no sólo de los personajes a los que acercará a Corto, sino también de los lugares visitados y de los acontecimientos en los que le hará parte activa. Un realismo que llevará a nuestro héroe a luchar en plena guerra de los Boxers o a ver el final del Barón Rojo. Pero todo esto se queda en nada porque estamos hablando de alguien mucho más importante que todo eso. Alguien que se sabe icono de las historietas en las que, más allá de antifaces o capas de colores, se suman los sueños de adulto y las lecturas jóvenes. Una mezcla de la aventura de todos los tiempos con inocentes sueños infantiles. Un trozo de historia mezclada con tintes esotéricos. Un personaje que está tan asido al siglo en que vivió que, ya no es que pudiera formar parte de él, sino que fue auténticamente protagonista de la historia.

Si hubiera existido en la segunda mitad del siglo XX, quizá compartiera ahora mismo una botella de ron añejo con Arturo Pérez Reverte; estaría viendo viejos films de Bergman junto a Woody Allen; o quizás echaría una partida de póker con un joven negro que más tarde nos deleitaría a todos diciendo: “Tengo un sueño...”; puede ser que quizá estuviera tomando una copa de buen whiskey irlandés en un tugurio de jazz con un jovencísimo Kennedy que luego sería asesinado en Dallas. Quizá haciendo maniobras en la selva con unos barbudos que luego iniciarían la revolución en Cuba derrotando a Batista o jugando a los dados con el Che Guevara. O acompañando a un abogado hindú en sus viajes en tren por la inmensidad de la India, antes de quemar visados británicos y que más tarde sería conocido como Mahatma. Escuchando quizá música de Carlinhos Brown o Luis Eduardo Aute, cantando a la luz de la luna junto a un jovencísimo Sinatra acompañando a Sammy Davis Jr y Dean Martin y tomando mate con Carlos Gardel; o quizá le viésemos compartir una caja de puros con Spielberg o charlando con Ken Follet...

Pero, a pesar de que viviese en la época que le hubiese tocado vivir, los acontecimientos en los que le hubiese tocado participar o de la gente que hubiese tenido que conocer, daría igual. Porque, en cualquier caso, no se trata más que de un tunante de buen corazón y mirada helada. Un paria que hará su santa voluntad cueste lo que cueste. Un personaje admirable y admirado. Lo que, desde que comenzamos a leer sus historias, todos quisimos ser. Un buen ladrón que nos ha robado el alma a todos los que hemos tenido la suerte de cruzarnos en su camino.

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