El
día 11 de Febrero de 2.013 amaneció con una noticia que a todos los
católicos del mundo nos llenó de estupor y tristeza. A saber, el Papa
Benedicto XVI anunció la renuncia a su pontificado, cuestión que se hará
efectiva el próximo día 28 de Febrero.
Digo
renuncia y no dimisión, puesto que la dimisión de un Papa no está
contemplada en el derecho canónico, y sí la renuncia. La dimisión supone
poner el cargo a disposición de un superior y, en éste caso, el
superior, no es otro, que Dios. Por lo que pido a todos cuántos hablen
de esta noticia se hagan cargo de lo que están diciendo y hablen con
propiedad. No es lo mismo, por mucho que sea repetido en los medios de
comunicación dimisión que renuncia ¿o les puede el subconsciente?
Si
bien es cierto que nunca me sentí atraído por este Santo Padre, también
es verdad que me siento estupefacto y ávido de noticias al respecto de
su renuncia. Joseph Ratzinger anunció esta medida por, según sus
palabras, su desgaste y falta de fuerzas para continuar con una labor
tan exigente. El secretario del antiguo Papa Juan Pablo II, el prelado
de Cracovia, ha manifestado, en un tono que invita a la reflexión, que:
“De la cruz no se baja nadie” entendiéndose por estas palabras un claro
reproche a dicha renuncia del Santo Padre. No en vano, este Papa, desde
que llegó al mandato hace ya ocho años, se dedicó a la sórdida tarea de
limpiar la herencia recibida en la curia romana. Es que, el rencor es un
rasgo claramente humano que nos embota a todos por igual, llevemos o no
sotana.
He
escuchado a muchos ateos enviar mensajes a la Iglesia de cómo tiene que
actuar y qué tiene que hacer para contentar a sus feligreses, entre los
cuales, no se incluyen. Diciendo que tienen que dar ejemplo de
democracia y transparencia para con el resto de la sociedad. Puedo estar
más o menos de acuerdo, pero cuando alguien critica las maneras de sus
organizaciones o las amistades que tienen, se vuelven opacos y ponen sus
corazas a funcionar. Pido a todos que actúen conforme al ejemplo de lo
que les piden a los demás que hagan. De todos modos, siempre es curioso
ver cómo los buitres se acercan al cadáver, o al moribundo en este caso,
para intentar hacer un banquete con su despojo.
Las
especulaciones han comenzado a surgir como si de un aspersor se tratase
llenando todos los rincones del planeta de rumores más o menos
infundados. He escuchado hablar de un problema de salud grave de
Benedicto XVI, en concreto una enfermedad degenerativa, que no le va a
permitir estar en plenas condiciones. Mención aparte las presiones
ejercidas por los miembros más conservadores y, en consecuencia, afines
a Juan Pablo II, de la Curia Romana.
A
mí no me atrajo nunca este Santo Padre. Siento que la diferencia entre
ambos es abismal. Una diferencia dada por sus vocaciones. Juan Pablo II
era un pastor que atraía a los fieles al seno de la iglesia llenándola
de jóvenes y sabía manejar la política de la Curia Romana. Mientras
Benedicto XVI tiene vocación de monje y de intelectual pero no de
político, por lo que la presión ejercida por la Curia, creo yo, le ha
vencido. Sin embargo, tiene unas agallas poco vistas en este mundo.
Porque, tanto los políticos que critican, como los que ensalzan, sin
actuar en consecuencia, a la iglesia, podrían seguir el ejemplo de
Joseph Ratzinger y renunciar a su cargo. O, en su defecto, escuchar el
discurso de la socialista Beatriz Talegón, que es válido para todos los
partidos políticos y, ellos sí, dimitir de una santa vez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario