30/4/13

Cuatro sentencias y un destierro



Tengo una vecina árabe que tiene un hijo al que le han detenido en varias ocasiones por distintos hurtos y robos menores, y, hablando con ella de su hijo en el parque, nos decía, a un grupo de papás a su alrededor congregados, que su hijo sigue delinquiendo porque en España no hay castigo. En su país, continuaba mi vecina, si su hijo hubiese robado, le habrían cortado la mano. Hombre, no creo que haya que llegar al extremo de cortar la mano de nadie porque seríamos un país de mancos. Pero sí que es verdad, que si no hay castigo aumenta la impunidad.

Precisamente, ese es el problema que tenemos en España, que, si bien vemos que mucha gente ha robado, observamos cómo ninguno llega a entrar en la cárcel. Todos se libran con fianzas que son un porcentaje mínimo de cuánto han robado y allá películas.  Si pagaran una hora por cada víctima de su robo, fíjense lo que les sucedería, porque esta gente que roba a todos los españoles, estarían 50 millones de horas en la cárcel. Dividan, dividan, a ver qué resultado les da. Entre la sociedad, la sensación de impunidad de los que detentan el poder; de inutilidad de la justicia y de comadreo entre jueces, políticos y ladrones, nos lleva a tener la sensación de que se están riendo de nosotros en nuestras narices. Aunque viendo la pusilanimidad de nuestros conciudadanos, no creo que los políticos, jueces y ladrones tengan el menor miedo por seguir haciendo y deshaciendo cuánto les venga en gana.

En estos días hemos visto como se ha llegado a dictar sentencia por el caso Malaya. Vendido como uno de los casos de corrupción más flagrantes y destructivos de cuántos ha sufrido nuestro país. Pues bien, se salda con dos años de cárcel (porque así se garantiza que, al no tener antecedentes, no se va a ir a la cárcel) para una tonadillera con bigote; siete para su ex novio con bigote y tres coma tres para la ex mujer del bigotudo que está afeitada pero tiene patillas.

Desde luego, no tenemos más óscar de Hollywood porque en este país tenemos a Pedro Almodóvar y Santiago Segura como máximos exponentes del mundo cinematográfico. En cambio, si tuviésemos, por ejemplo, un Woody Allen, nos montaba un comedión de óscar y muy señor mío. Estos dos no, porque mientras uno se perdería en contarnos la homosexualidad de unos; el otro, se recrearía regocijándose entre los palominos de las bragas de las demás. Luego venderán que los óscar son todo politiqueo.

Para rizar el rizo, en España se imputa y se desimputa con una facilidad pasmosa, sobre todo a los miembros de la casa real. Mientras que, para los que sí es igual la justicia, nosotros, no tenemos posibilidad de marcha atrás. La verdad es que, si hubieran usado un poquito más la marcha atrás los dirigentes, monarcas y demás estúpidos que hemos tenido gobernándonos a lo largo de la historia, mejor nos hubiera ido porque, qué mala ha sido la consanguinidad en las altas esferas de nuestro país. Menos mal que el príncipe Felipe quiere hacer una limpieza de sangre casándose con una plebeya, cosa que Jaime Peñafiel no le ha perdonado. Como somos así de cachondos, para que los que son desiguales ante la justicia, puedan huir de sus delitos, presuntamente cometidos, y no manchen a más miembros de la casa real imputándolos a todos, ponemos tierra de por medio dejando al presunto ladrón lejos del mundanal ruido hasta que la gente se olvide de todo. Eso es lamentable, de acuerdo. Pero no me digan que no es gracioso mandar a Urdangarín al Golfo Pérsico.

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