Estaba desayunando el otro día
con mi mujer y mi hijo, cuando me enviaron por mail el audio de dos locutores
cantando hace tiempo y muy mal por cierto, la canción “Piano man” de Billie
Joel. Lo que hizo que me preguntase qué había sucedido con el insigne y
polifacético cantante de tonadillas americano. En un primer momento me he
sorprendido pensando en su muerte, pero luego he mirado en el móvil de
penúltima generación que tengo y vi que el pasado día 9 de mayo, fue su cumpleaños
y a modo de homenaje, cantaron esos locutores dicha canción.
Por esos azarosos vaivenes de la
memoria (en mi caso más azaroso que en cualquier otro ser humano) mi cerebro ha
comenzado a rememorar una escena que se produjo hace tantísimo tiempo que no
quiero acordarme, sin concretar demasiado les diré que hace mucho. Pues bien,
la escena era concreta. Era la hora de la cena en una casa cualquiera de Rivas
Vaciamadrid y era época de fiestas, pero no recuerdo bien si se trataban de las
fiestas de junio o de septiembre. En realidad, no es que el barrio tenga dos
fiestas, es que, unas son las fiestas de las urbanizaciones y otras son las del
pueblo de Rivas, a escasos kilómetros de allí. Sobre la mesa, creo que sí había
mantel pero no me llega la imagen tan nítida, había una botella de vino de la
Ribera del Duero, eso seguro; una olla humeante repleta de albóndigas, unos
platos típicos de toda casa que se precie, de marca duralex y vasos y ceniceros
de cristal que no tardaron en llenarse.
Pues bien, en esa casa, en ese
barrio, en ese salón y a esa mesa, sentados en sendas sillas enfrentadas, dos
amigos del alma, Ovy y un servidor. Ambos melómanos empedernidos y enamorados
de sus propios gustos musicales que, por cierto, diferían bastante los de uno y
otro amigo. Diferencia que, en alguna ocasión, confluía (siendo sincero diré
que, a medida que fuimos pasando tiempo juntos, dichos gustos confluyentes
fueron siendo más y más, haciendo mías muchas canciones suyas, y viceversa)
Pues bien, esas coincidencias musicales, hacían que nos abrazásemos y
cantásemos a voz en grito la canción que fuese. Recuerdo memorables versiones
callejeras de “Una noche sin ti” o “Jim Dinamita” de Burning, o “Cadillac
solitario” “Autopista” o “La mataré” de Loquillo, entre otras.
La botella de vino se había
evaporado, reproducido y vuelta a evaporar como por arte de magia, no en vano,
ahora eran tres las que estaban vacías en la mesa; la olla de las albóndigas
(riquísimas por cierto, hechas por Ana la complutense, la madre de Ovy. Fenomenal
pintora y mejor persona) se había vaciado
saciando el hambre y alimentando nuestra amistad. La cuál, víctima de
esos efluvios etílicos de las botellas de vino vacías, se había exaltado
sobremanera.
En el tocadiscos (ya dije que hacía
mucho tiempo) empezó a sonar la canción “Piano man” de Billy Joel. Debido al
ínfimo nivel de inglés que teníamos en aquél entonces, nosotros cantamos la estrofa
de la siguiente manera: “It’s nine
o’clock on the Saturday, haces que me sienta bien…” Tal fue la gracia que
nos hizo la mezcla idiomática utilizada en la canción que, producto de ello y
de los efluvios etílicos antedichos, en esa noche pudimos repetir dicha
estrofa, abrazados como la exaltación de la amistad exige, a voz en grito por
las fiestas del barrio avisando de nuestra llegada al resto de amiguetes que
deambulaban por allí.
Tenemos que repetir, amigo. Desde
aquí te prometo, Ovy, una velada de albóndigas, buen vino y piano man de Billy
Joel. Sin necesidad de que sean fiestas, pues ahora, la fiesta es verse.
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