2/7/13

¡Yo soy español! Español... ¿Español?



Sí, es así, soy español y no me da ninguna vergüenza decir que mi país es España. No suelo usar, porque ni me gusta ni me parecen bien, los eufemismos con que muchos definen a España. Como por ejemplo, el tan manido “este país”; ni mucho menos la versión más folclórica de piel de toro, no. Yo soy español, porque soy de España con todo lo que ello conlleva. Es decir, soy heredero de una tradición de, como dice el viejo dicho de El Cid, buenos vasallos si hubieran tenido buenos señores. Porque, si miramos la historia de España, vemos que entre reyezuelos y malos dirigentes, este país ha funcionado gracias a impulsos personales de los ciudadanos. Me refiero, tanto a los malos dirigentes que hemos tenido desde la tan cacareada transición, que nos traen estos lodos de crisis económica; como a los antiguos dirigentes y reyezuelos que nos traen, por su parte, los lodos de crisis identitaria.

Pero debo ser un español extraño. Porque no me siento agredido ni menospreciado si me hablan en gallego, lengua leonesa, bable, catalán, euskera  o el idioma que sea. Yo, que soy un enamorado de la inmensa cultura española, entiendo que dichos idiomas, y las culturas que representan, no hacen sino agrandar el patrimonio cultural español. Y, es que, las insondables raíces culturales de España son gracias a todos, gracias a las raíces procedentes del hindoeuropeísmo, como de otras autóctonas menos permeables a las fusiones. Y la cima de tanta inmensidad cultural llegó, a mi modo de ver, con la irrepetible generación de artistas, literatos y pensadores que surgieron en España en el siglo de oro. A partir de entonces todo ha sido decadencia cultural, salvo honrosas excepciones, pues ningún otro artista ha llegado a las cotas de aquéllos adalides de nuestra cultura. No en vano, lo más bajo, deleznable, putrefacto y mediocre de nuestra cultura se da desde que ésta tiene que nacer necesariamente con carnet de partido. De este modo, cual rey midas de las heces pues todo lo que toca lo convierte en mierda, la política ensucia cualquier atisbo de originalidad creativa. Y, es que, en España los librepensadores, además de ser una especie en extinción, son los más peligrosos enemigos de la uniformidad ideológica que quieren obtener de nosotros los partidos políticos.

Soy español, y lo digo así, con orgullo, a pesar de todo; a pesar de que nuestros dirigentes, históricamente, no han estado a la altura del pueblo que dirigían, guiaban y representaban. Aunque, ahora me estoy dando cuenta de que nuestros dirigentes han sido insensatos, iletrados, viciosos, peligrosos, sibilinos, sinvergüenzas, puteros, golfos, ladrones, pero los ciudadanos, en la mayoría de los casos, los han vitoreado vehementemente cada vez que se han mostrado públicamente, bien sea en democracia o durante la dictadura, a reyes, caudillos o presidentes del gobierno, por lo tanto, muy en contra no estarían. Tan es así, que en el año 2.011, más de 17.000.000 de personas han elegido masivamente a los miembros de los dos partidos más salpicados por la corrupción de la historia y orgullosos que están de ello, oiga ¿Que no había otra opción? Pues busquémosla, porque al corrupto hay que quitarle el poder. 

De modo que, pensándolo fríamente, igual estoy señalando en la dirección equivocada y debo empezar a decir que soy español a pesar de los españoles que eligen a sus dirigentes. Igual, pensándolo mejor aún, no soy tan español como he pensado siempre hasta ahora; a lo mejor, puede ser que ahora resulte que soy austrohúngaro o birmano. Italiano quizá; griego puede. A lo mejor turco o portugués; pudiera darse la circunstancia de que, en realidad, yo sea ruso, austríaco, suizo o irlandés; pero lo que sí pido es que inglés o francés no, por favor, eso no.

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