2/7/13

Miedo escénico.



Señoras y señores, bienvenidos al espectáculo del fútbol. Se enfrentan una tal Brasil, pentacampeona del mundo, tricampeona de la copa confederaciones (y desde ayer tetracampeona) y un extenso listado de victorias en su palmarés contra una selección española campeona del Mundo y de Europa dos veces y que, por ende, viene siendo de lejos, una de las mejores selecciones nacionales de fútbol del mundo. Digo una de las mejores, porque,  cuando se ha enfrentado a las selecciones grandes de verdad, como pueden ser Italia, Alemania, Brasil o Argentina, ha sufrido para ganarlas, las ha ganado de misericordia o ha sido derrotada o, como sucedió ayer, ni siquiera existió.

Porque lo de ayer fue una señora lección, pero no una cura de humildad ni una bofetada en mitad del rostro, no. Una lección de fútbol en toda la extensión de la palabra, una lección de una afición que no necesitó pagar a Manolos de los Bombos ni a Toñines los toreros para dar una clase magistral de cómo se anima, no ya a una selección, sino a cualquier equipo del mundo y se le lleva en volandas al triunfo final. En definitiva, una lección de lo que Jorge Valdano calificó de  miedo escénico allá por los años ochenta. Porque la mayor de las lecciones, la dio la torcida brasileña a cualquier afición que se precie de ser llamada así, bien sea a nivel de clubes o cuando se unen, en nuestro caso dos o tres, para animar a la selección.

Porque, no nos engañemos, por miedo escénico y sólo por eso, no dimos ayer dos pases seguidos; por eso y sólo eso, la media y la zaga fueron cinco conos incapaces de robar un balón; por eso y sólo eso, los jugadores de banda no desbordaron a su par más que cuando el partido ya estaba perdido y se relajaron un poco; por eso y sólo eso, el 9, mentiroso o no, fue una caricatura de sí mismo, cuando no una sombra; por eso y sólo eso, a la selección española le robaban el balón muy arriba y le llegaban en oleadas, sin ser capaces de resolver el entuerto ni desde el césped ni desde el banquillo. Así que, por miedo escénico y sólo por eso, la afición metió el primer gol a España. Porque no señores, no fue Fred, ni Hulk, ni Neymar, ni Paulinho, ni Perico el de los palotes, sino que la torcida brasileña fue quien nos comió la moral.

Y, es que, el fútbol, señoras y señores, hace mucho, muchísimo, que se inventó.  A los que dudan de la importancia de la motivación que vean el partido de nuevo. Lo que nos demostraron ayer es que el miedo escénico está vigente y sirve para ganar, y que es lo que tiene que utilizar la afición local para intimidar al equipo rival. Como sucedió ayer. Como sucedió el día que el Liverpool chorreó al Real Madrid en Anfield; como sucedió el día que el Bayern de Múnich le comió la moral al Fútbol Club Barcelona; como sucedió el día que el Borussia Dortmund humilló al Real Madrid en Alemania. No son más rápidos, ni más fuertes, ni más guapos, ni más listos. Están extramotivados ¿Por qué? Por su afición. Porque, a igualdad de fútbol (o un peldaño por debajo como está Brasil de España, supuestamente), la motivación te hace superar obstáculos, como el que ayer parecía tener delante la canarinha, a priori.

Pero quiero ser optimista a pesar de la imagen de ayer, porque lo que hicimos ayer no fue el ridículo, sino que fue estudiar al rival para ganarlo en cotas mayores y para que, cuando llegue el Mundial este verano, sepamos cómo ganar la final. Porque para el mundial desembarcarán en Brasil Manolo el del Bombo y Toñín el Torero y nos llevarán en volandas al triunfo final. ¡Que tiemble la torcida, que llegan capotes y bombos!

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