El
pasado fin de semana he ido a casa de un amigo a pasar una velada de
barbacoa y piscina. Nos llamamos porque teníamos que vernos. La excusa
era la de visitar a nuestro amigo, que había tenido un accidente no muy
grave.
Se
había hecho daño en una costilla. Pero decidimos que había que juntarse
y así lo hicimos. No obstante, para ser sinceros, la velada de piscina
fue exclusivamente para los niños. Ya que, el recinto acuático fue el
feudo inexpugnable de los niños. Ni acercarnos podíamos. Mientras que
nosotros, los mayores, más avezados y menos activos, afianzamos nuestras
posiciones cobijados bajo un buen árbol con una buena sombra, con
nuestras cervecitas bien frías corriendo al implacable ritmo de la
música y la conversación. Los niños nos gritaban desde la piscina para
que viésemos cómo se tiraban. Nos anunciaban el salto gritando frases
del tipo: “Papá, papá, mira cómo me tiro a balancín” Y se tiraban.
Nosotros les aplaudíamos y animábamos a que se tirasen de otra forma
diciéndoles que lo hacían fenomenal. Cosa que ellos nos agradecían con
una sonrisa enorme en sus labios.
La
conversación giró en torno a todos los temas que se nos iban
ocurriendo, tanto de actualidad nacional como de nuestras propias vidas.
Nos contamos nuestros problemas, nuestras preocupaciones, nos reímos de
los mismos chistes de siempre y nos contamos las mismas anécdotas que
siempre contamos cuando nos juntamos. Hablamos de lo divino y lo humano.
Nos reímos muchísimo, nos enfadamos recordando la situación por la que
atraviesa otro amigo con el que no pudimos quedar. Hablamos mucho, lo
que más hicimos fue eso. Hablar. Tratando de no aburrir a la
concurrencia, eso sí. Aunque no lo solemos conseguir casi nunca. También
discutimos distintos puntos de vista que cada uno teníamos en cualquier
tema que fuese tratado. La música, en cambio, fue invariablemente rock.
Como no podía ser de otro modo. Escuchamos desde Tom Petty o Creedence
Clearwater Revival pasando por clásicos como Bob Dylan o Janis Joplin.
Una
vez satisfechos gracias a unas fantásticas costillas a la barbacoa,
cuya salsa casera que hace Manoli, consigue que te chupes los dedos
hasta tres horas después de comerlas y te resulta apetitosa aunque antes
hayas devorado los fantásticos aperitivos con que suele agasajarnos
siempre que vamos a su casa. Los niños, por su parte, ni se secaron para
comerse el pollo asado con patatas fritas, también hecho por Manoli,
para después volver a la piscina sin solución de continuidad gritando
como posesos e iniciando el juego en el punto en que lo habían dejado.
Decía que, una vez que hubimos dado buena cuenta de cuánta comida
pusieron en la mesa, Carlos se ofreció para preparar unos gin tónics,
tan de moda en estas fechas.
Una
vez que tuvimos las copas de balón en nuestras manos y, siendo muy
cuidadosos de no moverlas para evitar romper la burbuja (ya que, con la
última que rompieron fíjense la que se lió), pecado mortal inadmisible
para los amantes de esta fantástica bebida (aunque yo sigo prefiriendo
el whisky), comenzó una nueva fase de la conversación. Si bien, la
música seguía sonando tranquilamente. A un volumen menor, más íntima,
si cabe, y mucho más tranquila y pausada, como la conversación que
iniciábamos en ese momento. Aunque, claro, con la concentración que
requería no mover la copa para no cometer semejante barbaridad con las
pobres burbujas. Evitando, de este modo, su extinción, luchando por su
pervivencia. Comenzamos a hablar del deporte que es algo sanísimo para
el que no lo practica puesto que, nuestro amigo, al que íbamos a
visitar, había tenido un accidente de bicicleta y se había lastimado una
costilla. De ahí saltamos al fútbol, si bien, a los dueños de la casa
no les gusta nada el deporte rey. Esa conversación no dio para mucho
más.
De
repente, en un alarde, alguien preguntó ¿qué creéis que dirá Rajoy en
su próxima comparecencia del día 1 de Agosto? Fue como si un ángel
hubiera pasado por encima de nuestras cabezas. Se apagaron las risas
provocadas por algún chiste o alguna tontería que alguno dijimos y se
hizo un silencio sepulcral porque nos tomamos muy en serio contestar a
esa pregunta. Aunque las risas brotaron de nuevo cuando alguien dijo:
¿Pero comparecerá en persona o será un plasma de 42”? Aunque volvimos a
quedar taciturnos y a fruncir el ceño cuando nos surgieron dudas del
tipo: ¿admitirá las preguntas de todos los periodistas o sólo aprobará
que le pregunten trabajadores de algún medio afín? O, la no me nos
importante: ¿Será una rueda de prensa abierta o monotemática del caso
Gürtel y el tema Bárcenas?
Hay
quien dijo que suponía que se colgaría la medalla del descenso de la
cifra del paro, eso sí, sin entrar a valorar si ésta cifra corresponde o
no a un valor estacional. Eso del valor estacional únicamente se
menciona cuando se está en la oposición. Pero bueno. Otro dijo, yo creo
que va a negar cualquier implicación, tanto propia como de cualquier
otro miembro del partido popular, con la misma rotundidad con la que,
hace tan sólo unos meses, negaba la implicación de Luís Bárcenas y la
veracidad de los papeles publicados. Javier, al que habíamos ido a
visitar dijo que va a comentar que las previsiones económicas van a
mejor y que España, en este último trimestre del año, saldrá de la
recesión. Pero todos apoyamos unánimemente la opción que dijo mi esposa
que es que va a salir con su traje, una corbata probablemente azul, y va
a decir: “Españoles, como presidente vuestro que soy, os debo una
explicación. Y ésa explicación que os debo, como presidente vuestro que
soy…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario