18/9/13

Y ríase la gente.

Ha llegado el calor de verdad. De modo que un nuevo verano está aquí por fin, y, poco a poco, las calles de Madrid se van despoblando de gente. Van volviéndose más transitables y pacíficas. Menos estresantes y huecas. 

Dejan entrever rincones paradisíacos. Permiten que puedas perderte entre jardines recónditos y vislumbrar magníficos edificios con preciosas fachadas que pasan inadvertidas para los ciudadanos que habitan la ciudad, por las prisas con que siempre deambulan por sus calles. Corriendo a todos lados. Pensando en sus cosas. Rumiando sus problemas. Batallando con la rutina. Luchando contra la desidia. Deseando escapar. Necesitando un descanso. Ansiando vacaciones.

De manera intermitente, concretamente a quincenas, la gente abandonaba sus lugares de trabajo para disfrutar de sus vacaciones. Los barrios dormitorio se vaciaban dejando aparcamientos libres por doquier. Gran lujo en Madrid ya en aquél entonces. Descubríamos quién había venido de la playa o quién estaba aún por irse, no sólo por haber desaparecido un tiempo del barrio, sino también al observar el color de su piel. El que estaba moreno era porque acababa de llegar de vacaciones. El que aún estaba blanco y mostraba unas tristes ojeras, en cambio, era porque todavía no había disfrutado las suyas ¿Recuerdan? Es verdad. Hubo un tiempo en que era así. Pero todo eso cambió. Los elevados precios de los apartamentos costeros, sensibles a la ley de la oferta y la demanda, fueron cambiando la tendencia de nuestras vacaciones y, de ser salidas mensuales, pasaron a quincenales y después a semanales. Pero fue la crisis, esta maldita crisis, la que le dio la puntilla a esas vacaciones de ensueño trayendo de vuelta otras más de andar por casa.

Aunque eso ya no es así. Ahora, si vemos alguien moreno por la calle, probablemente sea porque está desempleado y se queda con su hijo en casa, si lo tiene. Bajando con él, en el mejor de los casos, a la piscina o al parque, para que el niño disfrute. Aunque también pudiera ser que esté moreno porque pase todas las mañanas de verano yendo de empresa en empresa dejando currículos, suplicando entrevistas de trabajo y lamentándose de su mala suerte. Todo provocado por la crisis y el maldito desempleo que azota, en mayor o menor medida, cada uno de los rincones de nuestro país.

Y, es que, la crisis dichosa, ha conseguido aniquilar muchas de nuestras creencias más o menos comunes. Certezas tales como: “cada año tenemos un mes de vacaciones y nos vamos a disfrutarlas a la playa” como hemos dicho fueron desterradas de nuestras vidas hace años por la ley de la oferta y la demanda. También conozco gente que decía: “nos vamos de vacaciones por España en verano porque, durante el invierno, nos gusta visitar otros países por períodos de, como mucho, una semana” Pues bien, fue llegar el desempleo de uno de los cónyuges, o de los dos, y acabarse las salidas al extranjero. Hay también quien decía que el trabajo no era más que un medio de conseguir un sueldo que permitiera tener pequeños desahogos y poder darte pequeños homenajes. En cambio, ahora el trabajo es, en sí mismo, un lujo al alcance de unos pocos. De muy pocos. Cada vez de menos gente. Antes uno de los cónyuges se quedaba en casa, normalmente ese papel era reservado para la mujer, y con el sueldo del otro cónyuge podían vivir los dos. Ahora, en cambio, son necesarios dos sueldos. Pero hemos visto, porque a la fuerza ahorcan, que nos podemos arreglar con el sueldo de uno de los dos para llegar a fin de mes. Con apretarnos el cinturón haciéndole dos o tres nuevos agujeros, vale. Porque cada vez nos queda más mes al final del sueldo. Pero, eso sí, volvemos a salir de vacaciones al pueblo de nuestros antepasados o a casa de algún familiar en la playa. En nuestro caso, nos vamos de vacaciones a casa de unos familiares. Pero soy consciente de que no todo el mundo puede contar con estas opciones. Pues hay quien se queda sin vacaciones. Como hay a quien su familia tiene que encargarse de mantener. Concretamente, suele encargarse esa función a los abuelos… Dichosos abuelos... Dichosa familia.

Y, es que la crisis, no sólo ha cambiado muchas de nuestras costumbres, ideas y certezas, como decía antes, sino que también ha acabado con muchos de nuestros sueños. Con los nuestros digo, sí, porque únicamente ha acabado con los nuestros. Porque, los sueños de nuestros gobernantes, siguen intactos y sin problemas, no se vayan a pensar. Pues, con la excusa de la crisis, realizan unos recortes destinados a menguar nuestros servicios básicos más elementales, nuestro estado del bienestar y nuestra calidad de vida. Sin embargo, ellos, nuestros queridísimos gobernantes, sin ningún tipo de escrúpulo, continúan manteniendo el “statu quo” propio de las clases dirigentes. Haciendo, cada vez mayor, la brecha social que nos separa a unos de otros. Que hay que viajar en primera, ellos viajan sin problemas y ya está. Que tienen que hacer un viaje en coche o que su mujer tiene que ir a teñirse el pelo, pues para eso está el coche oficial, faltaría más. Pues parece ser que la máxima de nuestros políticos es la gongoriana “vaya yo caliente y ríase la gente”

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