5/12/13

Mr. Punk



En el espacio, cuando muere una estrella, deja un vacío al que los científicos llaman agujero negro que es imposible, no sólo rellenar, sino también atravesar. Cuando en el mundo de la música, un grande (pero un grande de verdad no esos mediocres encumbrados por las radio-fórmulas) nos deja, ese vacío no se puede tapar por mucho que se intente. Hay que tener en cuenta que, incluso en vida cuando la carrera de estos enormes autores es menos prolífica, se busca incansablemente al sustituto de tal o cual músico. Que aparece alguien que canta bien, lo denominarán mostrando su ignorancia el sucesor de Elvis Presley, Freddy Mercury o Frank Sinatra. Si, en cambio apareciese una mujer, la llamarán la sucesora de Ella Fitzgerald o la más reciente Whitney Houston. Que alguien toca la guitarra bien, será el sucesor de Jimmy Hendrix y así sucesivamente. Cuando lo cierto es que los vacíos que han dejado estos inmensos artistas no los ha conseguido llenar nadie. Por mucho que las dichosas radio fórmulas llamen a Mika el sucesor de Freddy Mercury o a Michael Bublé el de Frank Sinatra. Mostrando, como digo, su ignorancia o su intención de captar adeptos para que compren los discos de sus protegidos.

Pues bien, ese hueco imposible de rellenar por otro artista, por muy sucesor que lo denominen quienes encumbran mediocres, no puede ser rellenado más que por su propia leyenda. Gente como Michael Jackson, Bon Scott, Otis Redding o Jim Morrison, sólo hubo uno, lamentablemente. Ningún sucesor ha llegado para ocupar sus puestos. Ni llegará, me temo, tal como veo el panorama musical actual, a ocuparlo. Sé que Pitbull o Juan Magán o David De María o Pablo Alborán lleguen a ser ni la infinitésima parte de una uña de uno de estos grandes. De hecho, espero que sus carreras sean lo suficientemente cortas para que ya se deje de hablar de tanta mediocridad. Pero ésa es otra historia.

Lo cierto es que se nos ha ido uno de los más grandes. No ha muerto una estrella. Ha muerto un satélite. Concretamente Satellite of love. Uno de los muchos personajes que frecuentaba la famosa Fábrica del New York de Andy Warhol. Pero de los pocos que fue protagonista de esa época gloriosa, creativa y genial del New York setentero. Se nos ha ido un tipo que encabezó junto a la andrógina Nico la Velvet Underground poniendo su voz al servicio de la banda. Para, posteriormente y tras haberse acostado con todos, fumado, metido y bebido absolutamente todo, iniciar su carrera en solitario. Ahí está, de hecho, en forma de testamento su disco “Transformer”, que me parece una de las mayores obras de arte del Rock. Una joya inigualable. Pero no sólo de lo evidente hay que hablar. Pues este señor, además de todo lo mencionado, ha sido un precursor intelectual junto con la ínclita Patti Smith del punk intelectual, ecléctico y artístico que fue el primer punk americano.

Ese punk-rock como se denominó en sus inicios, porque era pensamiento punk bajo el ritmo del rock and roll, que iniciaron la propia Velvet Underground y del que tomaron el relevo bandas como New York Dolls y los Ramones, entre otros. Ese punk intelectual que heredó la capacidad crítica de la Beat Generation y que compartió mesa, mantel, cuarto de baño y tertulia con Ginsberg, Williams, Corso y Bukowski, entre otros. Que bebieron del poema Aullido y que tuvieron “On the road” o “Yonki” como libros de cabecera. Que consideraban suyos el surrealismo y dadaísmo y que, desde ahí, llegaron al nihilismo más absoluto. Pero además, estos punks primigenios intentaron plasmar en cortes de vinilo de más de tres minutos todo ese arte del que se habían empapado. Porque ese punk primigenio era, ante todo, intelectual, como les digo. No era cosa de ver quién escupía más o eructaba más alto; ni de quién iba más borracho o drogado a una entrevista  ni de quién decía la gilipollez más gorda en televisión. No. Ese punk era, como digo, algo intelectual, crítico y artístico. Bebía de las fuentes del surrealismo y del dadaísmo y quisieron imitar las performances que hacían los holandeses del movimiento provo. Es decir, no era un simple acto de rebeldía. Se rebelaban buscando el arte en su rebeldía haciendo auténticas performances.

De modo que Lou Reed fue uno de los padres de todo eso que se dio en llamar “punk” fue un precursor en llenar las letras de poesía para después vomitarlas sobre el público y provocar su reacción. Fue un tipo de poeta del rock distinto a lo que supuso Bob Dylan. Porque Bob Dylan bebió de fuentes distintas. Concretamente de Phil Ochs y Woody Guthrie, su padre espiritual, entre otros, haciendo que su música fuese denominada canción protesta. Si bien, también crítica, pero lejana a las performances provo que dominaban el mundo punk. Eso sí, también, llena de matices sociales y de metáforas que hacían pensar a más de uno. En cambio, Lou Reed no buscaba la sutileza, sino más bien herir directamente los oídos de más de uno con sus versos afilados. Lou Reed, por su parte, representa el animal de rock and roll embutido en cuero. Era un salvaje. Vivía salvaje. Era algo más que el rock and roll limpio y puro de Elvis que, si bien supuso una ruptura radical con su sociedad contemporánea, no llegaba a las cotas de salvajismo de Lou Reed y los suyos. Esa era pura actitud provo. Además, si el rock and roll es actitud, el punk es el salvajismo. Lou Reed, como digo era salvaje. De modo que no se nos ha ido Mr. Rock, se nos ha ido Mr. Punk. Adiós Lou Reed. Te echaremos de menos.

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